LOS CUENTOS QUE ME CUENTO
Gran parte de nuestro sufrimiento de adult@s se debe más a nuestras fantasías que a la realidad. Más a las ideas infantiles sostenidas durante gran parte de nuestra vida, que a la verificación de los hechos reales en el presente.
En algún momento de nuestra infancia hemos sufrido y hemos deducido algo que seguramente nos sirvió para sentirnos segur@s o protegida@s de posibles nuevas amenazas. Sin embargo, esas explicaciones, deducciones y teorías infantiles, sostenidas en el momento presente, lejos de protegernos, nos inhabilitan y nos impiden ser felices.
Porque creemos ver amenazas en el día a día, que realmente no lo son.
Quizás porque tales amenazas no existen más que en la propia imaginación (“todos quieren hacerme daño”, “no me puedo fiar de nadie”, “no me aprueban”, “no me quieren”, etc.); y, en todo caso, porque hoy por hoy ya no soy el niño o niña indefensa que fui, sino una persona adulta, capaz de darse cuenta de alguna mala intención o acción, y capaz también de poner límites y protegerse.
Sólo poniendo en juego estas ideas infantiles que siguen manejando nuestras vidas, contrastándolas con la realidad REAL de lo que vivimos en el presente, podemos ir cuestionando nuestra versión de la realidad, dejando atrás cosas que perdieron su vigencia, y reescribir el guión de nuestra vida de tal modo que lo que nos contemos nos sirva para ser felices y no lo contrario.
Una tarea laboriosa, a veces dolorosa, y siempre fructífera.
¡Buen camino a quienes la emprendimos!