CRECER DESDE LA PÉRDIDA, EL DOLOR O LA FRUSTRACIÓN.
Cuánto sufrimos las pérdidas, las frustraciones o los conflictos. No son cosas que deseemos para nosotros mismos. Y, sin embargo, cuánto podemos llegar a aprender y a desarrollarnos a partir de esas heridas.
Algunas situaciones y experiencias vitales sacuden nuestros cimientos y ponen de manifiesto nuestra fragilidad, nuestra inseguridad, nuestra vulnerabilidad y muchas de nuestras dependencias.
Sabemos que crecer y madurar podría ser, para nosotros los seres humanos, algo tan natural como lo es para un cervatillo o un roble. Y eso sería así, si nos atreviéramos a soltarnos de los viejos patrones, si aceptáramos la realidad tal como es, y si empleásemos nuestra creatividad para desarrollar nuevas maneras de estar en la vida y de relacionarnos.
Que una herida sacuda nuestros cimientos es en realidad una bendición, una oportunidad para edificarnos sobre unos cimientos más adecuados a nuestro presente, a nuestras circunstancias y a nuestro potencial.
Aprovechar estas oportunidades para crecer, o resistirnos a abandonar viejos hábitos y caminos trillados, depende de nuestra elección.